lunes, 28 de marzo de 2011

Frío


Aunque nos gustaría hacer oídos sordos a ese insalvable destino al que la propia naturaleza nos obliga, aunque queramos esquivar a esa sombra, en el fondo de nuestra conciencia sabemos que todo tiene un final. No importa lo mucho que nos rebelemos ante ese fatal desenlace, pues su llamada es tan inflexible como el frío del invierno. Queremos huir de sus garras, queremos evitar a toda costa sentir su gélido aliento, su siniestro abrazo,  su sombría llegada. Es el afán humano, luchando para no aceptar lo inevitable.
Pero yo realmente me pregunto, ¿qué habrá más allá del umbral de su mirada? ¿Qué me esperará después de su visita? Cuando me encuentre al otro lado ¿qué podré ver? ¿Oscuridad eterna, sin luz alguna que alimente mi marchita esperanza?  ¿Me reencontraré con familiares que ya se marcharon, me rescatarán sus sonrisas del miedo que inundará todo mi ser? ¿Visitaré paraísos, poblados por ángeles y dioses, donde todo reluce cual brillante oro, o sucumbiré a los infiernos y a los que allí habitan esperando mi sangre?

Si finalmente, el olvido se apodera de lo que fui, si no hay salida posible, ¿Dónde irán mis sueños, dónde irá mi esperanza, dónde irá mi sonrisa? ¿Qué lugar quedará para todo aquello que me hicieron luchar y ser como soy?
Todos mis recuerdos, todos los momentos que me brindaron las personas a las que amé, ¿se convertirán en polvo, como yo? ¿Sucumbirán al implacable paso del tiempo? Ojalá pudieras decirme que mis palabras resonarán para siempre en tu mente, que los recuerdos que compartimos vivirán en tu memoria, que mi vida estará escrita a fuego en tu corazón, dime que viviré en ti…

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