sábado, 5 de mayo de 2012

La jaula

A veces me siento como un jilguero en su jaula. Alguien me ha colocado en esta cárcel, y aunque sean buenas sus intenciones, vivo preso. Aunque pongan lujos a mi alcance, aunque pueda poseer muchas cosas, por mucho que los barrotes sean de oro, sigue siendo una prisión.
A veces mis dueños abren la puerta de mi encierro, y creo tener una aparente libertad, pero no es más que un espejismo. Salgo de mi celda, pero sigo estando encerrado en una casa. Allá donde vaya siempre encuentro una pared, un techo, una ventana… algo que no me permite seguir. Y cuando mis dueños se cansan, vuelven a encerrarme.
Cuando alguien viene a verme, pregunta la razón de mi tristeza, sin alcanzar a comprender el hastío que produce tener alas sin poder usarlas…
Me gustaría volar con el viento, allá donde mi visión no alcance, perderme en los montes, en los valles, en los bosques. Quisiera beber de aguas cristalinas, dejar que el suave fluir de algún arroyo acariciara mis oídos, y que a la noche pudiera dormir bajo un manto de estrellas.
Ver tantos lugares como en mi vida pudiera recorrer, conocer a otros como yo, empaparme de cada lugar y de cada conversación, hacer canciones de cada recuerdo y poemas de cada sentimiento, ése es mi deseo. Ojalá pudiera fundirme con la lluvia, arder en el invierno y resurgir en los estíos…

Pero no soy más que un jilguero en su jaula…

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