domingo, 23 de junio de 2013

La maldición


Camino errante, sin rumbo fijo. Llevo tanto tiempo viajando que ya ni siquiera puedo recordar hacia dónde voy. He visto a los siglos ir y venir, he sido testigo de los hechos que han marcado la historia mas, eternamente, he de seguir caminando. No tengo un lugar al que pueda llamar hogar, pues el tiempo ha arrancado de la tierra mi ciudad natal, y el pasar de los siglos la ha convertido en algo totalmente distinto. No, ya no es el lugar donde nací, nada queda de aquello.

No tengo a nadie. Ni amigos, ni familia, ningún amor que me aguarde. Todo lo tuve, hace una eternidad, pero ya no están aquí. El tiempo, implacable, ha arrasado con todo aquello que un día amé. Ese mismo tiempo al que maldigo cada día, pues ha consumido  mi ser, llevándose de mi lado todo aquello que alguna vez quise, pero no ha sido capaz de llevarse mi vida, dejándome abandonado a la deriva en un mundo que ya no es el mío. Ya no quedan sentimientos en mi interior, ¿cómo podría volver a sentir cuando todos mis seres queridos han muerto, han fallecido entre mis brazos?¿Cómo podría volver a tener fe cuando las guerras han devastado mi nación? No, ya no queda calor en mí, y no podría volver a intentar  amar, porque eso significaría tener que ver morir de nuevo a quien quiero. No, mi única opción es seguir caminando.

Ya sólo me queda explorar el mundo, ir de aquí para allá, contemplando lugares, personas y acontecimientos. Seré testigo de toda la historia, hasta que la humanidad se extinga. Aún entonces, yo estaré aquí. Y quizás ese día lloren mis ojos, sabiendo que el mismo tiempo ha muerto y no ha querido llevarme con él, condenando mi existencia a un eterno sufrimiento…una eternidad sin alma, sólo un cascarón vacío que conserva un soplo de vida, rogando a los cielos que se acabe mi maldición.